Tras 7 años del anterior post sobre ética digital, una necesaria actualización
En 2016 escribí este post poco después de volver de Alemania donde había ido a dar unas formaciones sobre transformación digital para directivos y gente de finanzas de un grupo automotriz, que luego seguiría dando en Barcelona para el mismo grupo. Dada la recepción que tuvo la formación por un lado (positiva) y el apartado sobre ética digital por el otro (absoluta indiferencia), creí bueno hacer este post: ¿Qué pasaría si tuvieras que decidir el futuro de la Ética Digital? – Actualización COVID19 -desconfinamiento ? mandomando I Mandomando
Siete años después del anterior post sobre ética digital, merecía una actualización. Han pasado 84 meses, y es momento de admitir que el mundo digital no solo ha avanzado a pasos agigantados, sino que además ha dado un par de vueltas de campana. Las Inteligencias Artificiales Generativas (IAG) han pasado de ser simples curiosidades tecnológicas para convertirse en los nuevos titiriteros de la era digital.
Estas IAG, con sus algoritmos caprichosos y talento para el arte del engaño, están poniendo patas arriba nuestra forma de comunicarnos, consumir información y relacionarnos con la tecnología. Pero ¿qué esperábamos? Después de todo, nosotros, los humanos, somos los «padres» orgullosos de estas creaciones que ahora amenazan con llevarnos al límite de nuestras capacidades éticas y morales.
Con la velocidad a la que avanza la tecnología, es difícil seguirle el ritmo. Y sí, aunque en aquel post de hace siete años ya nos preocupábamos por la ética digital, ahora nos enfrentamos a una nueva generación de desafíos que nos obligan a replantearnos nuestras decisiones, nuestras responsabilidades y, por supuesto, a actualizar nuestras reflexiones sobre el tema. Así que aquí estamos, en 2023, enfrascados en un nuevo capítulo de nuestra relación amor-odio con las IAG y sus travesuras digitales.
Medios sociales e IA generativas: no todo lo que brilla en Internet es oro
Gran parte de la posesión del oro actual surgió de sangre derramada de inocentes. Las grandes acumulaciones de capitales suelen tener que ver con grandes oportunidades que suelen ser a la vez, fuentes de injusticia (si pica, rasca… también me hago cargo de mis propios privilegios)
La IA Generativas o Herramientas basadas en Inteligencia Artificial no son todas iguales. Las IAG gráficas (DALL·E 2 en particular) ha bebido de millones de imágenes etiquetadas por el usuario o etiquetadas por terceros para indexarlas y montar motores de búsqueda primero y IAG después. Sin consentimiento, la mayoría de las veces. Caso diferente es el de Adobe Firefly (como la imagen que ilustra el presente post) basada en la comunidad de Adobe, con consentimiento, herramientas de trazabilidad profesional y disclaimer legal.
Eso sí, es un absoluta idiotez -y espero que esto quede claro- hablar de derechos de las IA.
Aún mejor, deberíamos entender que apoyar el esclavismo digital es parte del necesario posthumanismo de hoy día.
El caso diario más patente es la evidencia de lo contrario, nuestra dependencia casi esclava del móvil, de sus notificaciones (chute de endorfinas mediante)
Esclavismo que deberíamos invertir: las notificaciones, el móvil, la tecnología debería estar a nuestro completo servicio y no al revés.
Estoy tentado a compararlo con el caso de los selfies de animales y sus derechos.
Soy animalista, sí, pero de ahí a admitirle a la macaca derechos de propiedad intelectual de la foto sólo porque le dio al obturador, hay un trecho. Trecho que sólo se recorrió por populismo y por interés económico (secundado sí, por el legítimo debate entre Wikimedia Commons, el blog Techdirt, el fotógrafo que preparó la toma, David Slater y finalmente, PETA)
¿Es ridículo y legal? Sí.
¿Es comparable el derecho de un ser vivo a ser tratado con respeto y evitar todo tipo de maltrato al derecho de propiedad intelectual cuando es sólo el actor involuntario de la producción? Si se cae una piedra sobre el obturador por acción del viento no vamos a decir que la piedra o el viento tienen derechos, obviamente. Si hablamos de un ser inteligente, la cosa se complica.
A falta de un conocimiento profundo en la materia, doy apenas una opinión. Desde lo profesional. Desde la Comunicación. La falta de intencionalidad niega la propiedad por lo que la macaca no es dueña de la foto… Y con esto metemos la pata, ya que negaríamos todo un siglo de derecho intelectual al arte espontáneo -del Art Brut hasta pintar el canal de Venecia de verde- y eso sin meternos en los estudios afirmativos sobre que los animales sí pueden crear arte como tal.
La imagen de cabecera la generé con Adobe Firefly.
Un prompt, una orden que modifiqué y adapté en varias ocasiones para aproximar el resultante a la imagen original del post de hace siete años, como si el crío fuese el mismo (Adobe tiene su apuesta ética definida al apoyar y ser fundador de la iniciativa Verify Content Authenticity). Luego, hay un ejercicio intelectual aplicado al uso de la herramienta (la IAG Adobe Firefly en este caso)
Finalmente, mi decisión de mantener el disclaimer original de Adobe (sobre que es una imagen generada por IA) a pesar de que la he editado.
Todo arte es reactivo, es una reacción, tiene una causa, un precedente. ¿Si edito la imagen deja de ser IA? Porque, vamos a ver, cuando le decimos a Photoshop o al último filtro de TikTok o Snapchat basado en IA que te quite las pecas o las arrugas, ¿ponemos la aclaración?
Otro disclaimer: llevo desde 1996 editando fotos publicitarias con PhotoShop, adelgazando o poniendo falsas panzas de embarazada. Primero, mis disculpas. Segundo…
La sangre del oro prevalece. Hay innumerables casos de usos no permitidos de imágenes. Ahora trata de detener el alud cuando una imagen ha servido para alimentar a una IAG que luego nuevos usuarios la retocaron para luego retroalimentar la IA. Dicho de otro modo, trata de detener un meme. Venga, inténtalo.
Integridad ética es hacer lo correcto aun cuando nadie nos esté mirando
En resumen, la gran mayoría de herramientas IA generativas se ha apropiado del conocimiento derivado de miles de millones de creaciones. Sí, de eso va Internet y particularmente los medios sociales, ¿verdad? Un algoritmo que aprende sobre estados de ánimo basado en determinar el comportamiento en línea seguido por los usuarios al compartir, clicar en un enlace, ver un video, hacer o no scroll, es fundamentalmente eso, un aprendizaje sobre contenido de terceros.
Que Google Translator haya mejorado las traducciones (algo) se debe en gran medida a quienes hacemos correcciones cuando se equivoca. Es nuestro granito de arena al conocimiento social (o eso decíamos en la inocencia de la prehistoria de los socialmedia, allá por el final de la primera década del milenio).
De miles y millones de fotos etiquetadas como perro, Google Images aprendió a mostrar fotos de perros. De digitalizar los escritos de autores y permitir análisis semánticos hecho por editores sobre aquellos textos, tenemos la posibilidad de replicar el estilo de escritura de quien sea, siempre y cuando se hayan cedido los derechos para tales fines. Justo aquello, que no se ha hecho.