Sabía que este día llegaría. Sabía que escribiría este post y que a falta de uno, serían dos. Resulta que cuando pides algo en privado y pasado un tiempo, surge el interés por hacerlo público, se necesita pedir permisos, hacerlo en fases. Al menos en parte.
Hace ahora unos tres años, estábamos haciendo una formación en habilidades digitales en una editorial en Barcelona. Uno de los módulos era ir más allá de la teoría de la construcción de la marca personal, llevándola a las redes, creando contenido propio, rastreable, motivador, que dejara huella. Hasta la teoría, todos de acuerdo. Cuando empezamos el ejercicio de declarar nuestra meta personal, nuestros objetivos profesionales para ese año en curso, nuestros recursos, nuestro calendario, la cosa empezó a ponerse morada. A muy pocos les gusta que les digan que están perdiendo el tiempo. Pero la cosa fue a más. Cuando quien mas quien menos pudo expresar que era, cuáles eran sus motivaciones y como querían presentarse al mundo, hicimos un pequeño juego de speed networking. Como el speed dating, pero reemplazando el ligue con el contrato.
Para rematar la tensión de la sesión les pedí que sacaran sus iPhones (todos tenían iPhone, era 2010), pasaran delante y grabaran un video, haciendo esa misma presentación que habían usado en el ejercicio del speed networking, describiéndose en 45 segundos.
Pocas semanas después, ya en las sesiones de clases, empecé a implementarlo lentamente, pidiendo que usaran las características de privacidad de una red como Youtube, subiendo el video en oculto, de manera que solo pudiéramos encontrarlo quienes teníamos el permiso (el enlace) para verlo. Aun los conservo. Aun conservo todos los enlaces.
De esto hace 3 años. Ya llevo casi 400 proyectos personales en video. Pequeñas perlas audiovisuales, condensadas en menos de un minuto. Contando historias de cómo son las personas tras las lentes, cuáles son sus aspiraciones, sus metas, sus posibilidades, lo que ofrecen al mundo. Los gestos. Las dudas. El sex-appeal del primer video profesional.
Después de casi 3 años esta idea se transformó en práctica habitual. En la apertura de los últimos postgrados ya inicio comentando que harán un video personal. Desde este año además, he implementado que los proyectos académicos que van a llevar a cabo –y para lo que necesitan conformar un equipo entre compañeros- debe ser presentado, vendido, votado en video. Y surge la magia.
Después de 400 videos, aprendes que lo importante fueron esos 400 procesos de construcción, de desarrollo. El camino antes que la posada. Una vez mas, la tensión de hacerlo o no (nunca lo hice obligatorio), de cómo encararlo, de oírse y verse por primera vez en un video profesional en lugar de uno natural. El querer volver a empezar. El no gustarse. El pensar que la idea es buena. El amigarse con uno mismo y con su imagen. El re-enamorarse de la idea. La etapa de mejoramiento. El ansía por hacer preproducción y postproducción. La magia. Los cortes.
Si te pido que pienses en el último buen spot que viste ultimamente, posiblemente te surjan varios. Si te pregunto ¿cual fue la gráfica que mas te impacto recientemente?, creo que puedo esperar un rato. La conclusión es simple.
Hace 3 años … y me sorprende que todavía quede quien prefiere esconderse de la cámara.
Regalito, avance y agradecimiento
Gracias a Eduard Margets (@Edman73) quien me ha permitido mostrar sus videos, tengo dos ejemplos fantásticos de lo que escribia en el post: el del proceso «Tomas Falsas» y el del trabajo final. Espero que los disfrúten tanto como yo.