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La otra revolución digital

Estamos viviendo una auténtica revolución tecnológica con la incorporación masiva de dispositivos cibernéticos en nuestros cuerpos, desde prótesis a órganos, desde dedos que se autorrelajan hasta ojos con IA que permiten reconocer espacios no solo urbanos sino también marítimos y aéreos… Oh, wait!

Este era el post para 2034. Vuelvo a empezar.

La otra revolución digital

Hoy estamos leyendo, viendo, escuchando cientos, miles de conversaciones en la calle, videos en redes o en TV, textos por doquier, sobre:

  1. las últimas inteligencias artificiales generativas (desde ChatGPT y Gemini a Sora y demás)
  2. el peligro de las últimas inteligencias artificiales generativas (desde ChatGPT y Gemini a Sora y demás)

Mientras, la cultura digital del último cuarto de siglo nos deja mucha gente que aún no ha pasado de quedarse en las primeras páginas de cualquier buscador, que no usa operadores en la búsqueda, que los traductores son penosos, solo comparables con los correctores ortográficos, y eso sin mencionar a los asistentes por voz que, más que asistentes inteligentes, podríamos denominar «estúpidos autómatas que nos dicen la temperatura exterior».

Pero qué miedo la IA.

Pero qué pocas ganas de decidir individualmente los niveles éticos de la IA.

Qué poco interés. Cuántas ganas de clickbait barato. No sabes lo que Shakira le preguntó a ChatGPT sobre Rosalía.

La contra revolución cultural

Si no eres agente del cambio, probablemente lo seas de lo contrario. Del No Cambio. Del dejar las cosas como están.

A pesar de la evidencia de la tecnología sobre la sociedad, queda el escepticismo hacia la automatización y robótica en el trabajo (2010s-2020s), con temores de desplazamiento laboral y deshumanización del trabajo. Tecnología mala, seguramente sin la tecnología no habría deshumanización del trabajo.

El lenguaje, en todas sus formas, es una construcción social que refleja y moldea la realidad cultural, social y política de quienes lo usan. Todos lo sabemos; sin embargo, aún hay quejas y debate sobre la identidad de género (2010s-2020s), con una resistencia a reconocer y aceptar la diversidad de identidades de género. La lucha por los derechos de las personas trans y no binarias ha enfrentado fuerte oposición, y rechazar cambios en el lenguaje ha sido una de las bazas.

La desconfianza hacia la moneda digital y criptomonedas (2010s) con sus preocupaciones sobre volatilidad, seguridad y uso en actividades ilícitas. A pesar de la resistencia inicial, su uso y aceptación continúa creciendo, con debate y regulación intensos de por medio. De Blockchain, no tanto, porque si no es de dinero, ¿a quién le interesa?

Hace una década estaba la controversia sobre el streaming musical y video (2010s), las preocupaciones sobre remuneración justa para creadores, y todo el mundo diciendo que no pagaría por servicios de streaming. Ay, Spotify. O el no quiero perder mi privacidad con las redes, el Big Data y la recolección masiva de datos personales. Cambridge Analytica se cargó la seriedad de UK, llegó el Brexit, todo el mundo está en Instagram y Facebook ha crecido más que nunca (a pesar de que eras de los que decías, nunca estaré en redes sociales).

Imagino que por esos tiempos, también te negabas a tener un smartphone. Que con un móvil normal cuando estoy fuera y un ordenador cuando llego a casa ya estamos bien y conectados, ¿verdad?

Aunque una década antes tampoco veíamos mucha necesidad de tener un móvil. ¿Quién necesita hablar en la calle cuando hay cabinas telefónicas y pagers? Qué ganas de postureo que tienen esos de los móviles.

Y ya no mencionemos la resistencia al cambio climático (2000s) que en sus comienzos parecía cosa de radicales. De ese escepticismo y negación frente a la evidencia científica, las acciones climáticas obstaculizadas y los ODS esperando. Nosotros no, claro. Los Otros, los negadores del Cambio.

Como el escepticismo hacia la realidad virtual (2010s), vista como una moda pasajera o limitada a videojuegos. ¿Quién hubiera dicho que tuviera aplicaciones en educación o en terapia? Oh…

De la resistencia a la globalización (1990s-2020s), quién recuerda esos temores sobre la pérdida de identidad cultural y de empleos y de miedo a los extranjeros que ya hemos superado. Porque lo hemos superado, ¿verdad?

Hace dos siglos, los luditas destrozaban máquinas de cordones. La llegada de la televisión (1950s) movilizaba familias que temían que esta destruyera la comunicación familiar y la cultura del libro. Hubo predicciones de que la gente nunca más volvería a leer libros.

Con la revolución de la informática personal (1980s), Ken Olsen, fundador de Digital Equipment Corporation, llegó a decir en 1977: «No hay razón para que algún individuo tenga una computadora en su casa». O la desconfianza hacia Internet (1990s), una moda pasajera sin futuro real. El mismísimo Paul Krugman predecía en 1998 que el impacto de Internet en la economía sería no mayor que el del fax.

¿Y la desconfianza hacia las vacunas, aún durante el COVID, que ya no recuerdan los defensores de ChatGPT? (que fue el sistema que permitió acelerar las simulaciones). El miedo y convencimiento de que el teletrabajo ya no tendría vuelta atrás. Qué tiempos aquellos.

O la resistencia a la educación en línea de 2010. La oposición a los pagos digitales en los e-commerce. El miedo a la edición genética con George W. Bush, en ese entonces presidente de Estados Unidos (2001), encabezando la exigencia de terminar con la clonación humana (avisadme cuando comience).

Aún tenemos fotógrafos que discuten la digitalización de la fotografía. En el cambio de siglo, veían la fotografía digital como algo inferior (tanto que hasta Kodak subestimó el futuro de la fotografía digital, lo que llevó a su declive).

Los incendiarios apocalípticos

Hace 8 años moría un gigante como Umberto Eco. Este texto lo escribo con su «Apocalípticos e Integrados» en mi memoria. Ponedme, sin que me ofenda, en el lado de los integrados.

Los que incendian el mundo, una y otra vez, son esos apocalípticos que, del miedo a que aparezca una nueva llama que queme lo conocido, a todo le dicen leña y le prenden fuego.

Mientras tanto, seguís invitados a los cursos de marketing de IA.

Venid con tranquilidad. Ya traigo extintores por las dudas. 🙂

 


 

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En comunicación estratégica desde 1994 y en marketing digital desde 2001. Dirijo Polaris MNGM, cofundé Incúbame, creé mas de cinco postgrados, doy clases en UVIC, UPF, EADA, Deusto, Barcelona Activa (2023) Si fuera bueno a las escondidas, me hubiera hecho espía. Pero lucho por la comunicación con transparencia en las instituciones, con el foco en la gestión de la conversaciones en los medios sociales. +info Perfil | Twitter | Linkedin

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